Hoy tengo una advertencia para ti, querido lector. Existe una altísima posibilidad de que lo que estás a punto de leer pueda ser catalogado como extremadamente ñoño, pues incluye referencias a películas de ciencia ficción; concretamente de “La guerra de las galaxias”. Sin embargo, y espero lograrlo, no es exactamente de eso de lo que te quiero hablar, es de otra cosa. Confía en mí.
Cuando apenas era un niño de 7 años, mis tardes se centraban básicamente en una cosa: ver caricaturas. Salía de la escuela y después de comer, ponía el canal 5 para perderme un rato viendo la barra vespertina.
En esa época, mi padre viajaba mucho. Todas las semanas iba de ciudad en ciudad para regresar a casa un par de días y volver a salir. Sin embargo, siempre se hacía tiempo para que hagamos cosas juntos.
Un día me dijo: —Hoy nos vamos a ir al cine tú y yo nada más, elige la película.
Emocionado abrí uno de esos viejos periódicos de la Ciudad de México que tenía planas enteras con los cines de toda la ciudad. De inmediato supe que película quería ver: “Remi”.
“Remi” era una caricatura japonesa muy al estilo de “Heidi”, ya saben; drama telenovelero, pero en animación. No me juzguen, en esa época uno veía lo que pasaban en la tele y nada más.
Cuando le dije a mi papá, su semblante cambió. Algo agobiado revisó el periódico y me dijo: —No vamos a ver “Remi”, te voy a llevar a ver: “El Imperio contraataca”.
Punto de inflexión. A partir de ese día, algunas cosas en mi vida cambiaron, dejé de ver “Remi” y me sumergí profundamente en la historia de una galaxia muy lejana.
Tanto así que al poco tiempo mi papá compró una videocasetera y una película: “Star Wars”. Me volví loco, la vi cientos de veces, me aprendí los diálogos y me conecté con los personajes; en especial con Obi Wan Kenobi, el viejo y sabio maestro Jedi de Luke Skywalker, el héroe.
Hace un par de días se cumplieron 4 meses de la muerte repentina de mi padre. En esos días le confié a alguien que me sentía como Luke cuando ve morir a su maestro. Luke estaba desolado y apenas alcanza a murmurar: —“No puedo creer que se haya ido…”.
De pronto algo sucede, el malvado imperio los ataca y Luke escucha la voz incorpórea de Obi Wan: —“Corre Luke, corre”. A partir de ese momento la voz de Obi Wan acompañará a Luke en todas sus aventuras.
Han pasado 4 meses y me sigue costando creer que ya no esté. 4 meses de estar sentado esperando escuchar su voz diciendo: “Corre Sergio, corre”.
Estoy atrapado en esa escena desde aquel día, y no porque esté esperando algún milagro mitológico, no. Sucede que la realidad se impone. La muerte nos arrebata una parte de esa realidad y es difícil reajustar la perspectiva de una nueva vida en la que esa persona ya no está.
Supongo que el silencio de la espera terminará eventualmente, que podré ver su fotografía sin sorprenderme nuevamente de su ausencia. Y que todo este proceso continuará cargado de claroscuros.
Al final el duelo es un proceso solitario e íntimo. Escarba profundo en nuestra memoria, y nos trae a la mesa recuerdos añejos que nos acompañarán por siempre.
Sergio F. Esquivel
Columna: De Paso.
Publicada por Novedades Yucatán el 27 de agosto 2021
Añadir Comentario