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Columnas De Paso

El día de la catafixia

Somos optimistas. Todos lo somos, por más que intentemos convencernos de lo contrario, es parte de la naturaleza humana. ¿Recuerdas las catafixias de Chabelo? Seguramente sí. Todos los domingos me sorprendía ver cómo la gente reaccionaba ante un truco tan simple. Normalmente eran tres concursantes que ya habían ganado y tenían un muy buen premio. Justo antes de que terminara el programa les hacían la pregunta: —¿vas a querer entrarle a la catafixia, cuate?—. La gran mayoría decía que sí. Sorprendente, porque no había ninguna certeza de que al aceptar no fueras a perder la preciosa sala de muebles Troncoso que ya te habías ganado para llevarte en su lugar un comal para hacer tortillas o un burro con sarape de colores.

¿Qué es lo que llevaba a los concursantes a poner en riesgo sus premios aun sabiendo del peligro oculto detrás de cada puerta? La incertidumbre de lo desconocido y sus infinitas posibilidades.

Hoy que es el último día del calendario nos ocurre algo curioso a todos. Tendemos a sufrir un ataque renovador de esperanza y optimismo de cara al nuevo año. Venimos arrastrando varios días de análisis de todas las cosas que se quedaron pendientes en 2021. Cada quien bajo su propia circunstancia sabrá a lo que me refiero. La simple expectativa de un nuevo año nos seduce a pensar que ahora sí, en este nuevo inicio, lo podremos lograr. Creo que tiene que ver principalmente con la motivación de saber que no sabemos nada realmente de lo que pueda ocurrir. La idea de comenzar nuevamente de cero alimenta nuestro optimismo para convencernos de que las cosas finalmente saldrán como lo merecemos. Porque sí, siempre asumimos que, en lo individual, nos toca finalmente recibir un premio. Hemos tenido años complicados, con problemas, retos, pérdidas y creemos firmemente que, en algún momento, la vida nos va a recompensar, porque ya nos toca… ¡Seguro que este año las cosas irán mejor!

La realidad es esta: todos estamos en el mismo barco, todos navegamos por pasajes similares, experimentamos la misma insatisfacción de lo no logrado y todos esperamos siempre lo mejor. La vida está llena de cosas buenas y malas, éxitos y fracasos, triunfos y derrotas. Un equilibrio metafísico que termina creando un balance bajo el cual nuestras vidas transitan en ese espectro de todo lo bueno y malo. Ahí justamente es donde se encuentra la magia de estar vivos, eso es lo que convierte nuestra aventura en una experiencia fantástica, lo que nos hace a todos seres esencialmente optimistas; las incalculables posibilidades de lograr lo que queremos. El no saber juega a nuestro favor. La incertidumbre de lo desconocido convierte lo inexistente en probable. Todo está en juego, todo puede suceder, todo puede salir bien. Tal vez en la catafixia de la vida, la cortina con el número 2022 esconda el mejor de los premios. Y bajo esa expectativa, hoy celebraremos.

¿Es esta una receta perfecta para sentirnos decepcionados dentro de 364 días? Probablemente sí. Me atrevería a decir que la gran mayoría de nuestros sueños y objetivos se verán afectados por la irremediable realidad que nos tocará enfrentar. Y, sin embargo, no importa, porque en el fondo somos optimistas, porque entendemos que perder no necesariamente implica derrota. Cerramos los ojos, apretamos los puños, nos vestimos de esperanza y no tenemos miedo de entrarle a la catafixia. Porque al final de todo sabemos que a eso venimos. A jugar.

 

Sergio F. Esquivel – @sergio_escribe

Columna: De Paso.

Publicada por Novedades Yucatán el 31 de diciembre 2021

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